Bartolomé Bonnín Arbós*
Reconozco que es extraño, pero sucede así. No sé por qué, cada vez que vuelvo a verte, vienen a mí las mismas imágenes. Tal vez las recuerdes, es posible que las viéramos en el mismo momento, cuando sólo existía un canal de televisión donde ver un informativo. Ambos éramos niños, tal vez adolescentes, no puedo, ni quiero precisar cuanto tiempo hace de eso. A ver si logro rehacer la película para que sepas de qué hablo…
Se trata de un grupo de ballenas que aparece una mañana en una playa de Nueva Zelanda. Aunque puede que sea Australia, no recuerdo con precisión todos los detalles. El caso es que, no se sabe cómo, una gran cantidad de ellas ha ido a parar a la arena, donde sólo les queda esperar una muerte segura. La noticia se extiende rápidamente entre todos los vecinos del lugar, que se organizan sin demora para poner en marcha unas labores de rescate tan rudimentarias como bienintencionadas.
En ese momento empieza a llover (sé que en aquellas imágenes no llovía pero por alguna causa que escapa a mi control, prefiero recordar la escena con lluvia. Al fin y al cabo se trata de mi recuerdo y no veo por qué no pueda decidir yo en este punto. Sigo).
Los lugareños ensayan diversas estrategias para devolver los animales al mar. Tras varios intentos fallidos y con gran esfuerzo dan con un sistema que parece bueno. Improvisan unos arneses que atan a unas pequeñas lanchas neumáticas, de esta manera consiguen remolcar a alguna de las ballenas. Los cuerpos inmensos, pesados, son arrastrados lentamente lejos de la arena, hacia aguas más profundas, donde son desatados para que se alejen nadando de la muerte.
Entonces la situación da un giro inesperado. Ante la mirada atónita de todos los presentes, las ballenas salvadas se dirigen de nuevo y, parece que, con decisión suicida, hacia la costa. Todos los esfuerzos han sido vanos. No hay explicación posible. No hay salvación posible. Sigue lloviendo mientras se repiten las maniobras de rescate. Poco a poco se percibe como un matiz diferente va adueñándose de de la situación mientras cunde el desánimo. La esperanza acaba por abandonar. La escena ya no es la misma.
Sé que es extraño, pero es lo que me sucede cada vez que vuelvo a verte. Tengo que volver a tu playa. Es una historia rara, estoy seguro de que si te la contara pensarías que estoy un poco loco. Por eso prefiero no explicarte nada de todo esto cuando nos cruzamos. De todas maneras estoy casi seguro de que a todo el mundo en algún momento le ha sucedido algo difícil de explicar, como a mí ahora, o más bien, como a mí contigo.
* Bartolomé Bonnín Arbós (Palma de Mallorca, 1972) Es maestro de Primaria en el colegio La Milagrosa de Palma de Mallorca donde trabaja como especialista y tutor de Primaria. Escribe hace relativamente poco tiempo (hasta hace unos dias no había enviado ni publicado nada). Si quieres conocer más sobre este autor, puedes visitar su espacio.
martes, 8 de enero de 2008
Las Ballenas
Publicado por Ivis en martes, enero 08, 2008
Etiquetas: Tolo Bonnín
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