domingo, 16 de diciembre de 2007

Pachecox

Una blogonovela por entregas

por Osvaldo Cleger


Capítulo 1. Siete entradas en el Blog de Alita

1

Alita de Miel hundió con una mano el pomo de la puerta. La sombra apenas había devorado la mitad de su brazo, cuando ya la cartera comenzaba a deslizársele por el otro. Dos segundos más tarde descansaba suspendida contra el espaldar de la silla, junto a la entrada. Se zafó el botón más alto de la blusa y la hebilla del pelo. Sacudió un moño denso y muy moreno y avanzó mientras sentía cosquillearle, bajo el escote, una de las brisas que a esa hora se filtraban por el vano del fondo. Terminó de desabrocharse la blusa y la entreabrió para disfrutar mejor la sensación que la recorría. Sus pezones se estremecieron una y otra vez bajo el leve contacto.

Los cubitos de hielo de un tequila doble, suavizado con agua saborizada y un limón, tintinearon en el vaso junto a su rostro. Alita de Miel sonrió y se sintió persona nuevamente. Por eso le deleitaba imaginarse a sí misma, a esa hora, como Alita de Miel y no como el personaje de María del Carmen Arrellanos, secretaría ejemplar en una Compañía Distribuidora de Seguros, que meticulosamente ponchaba su tarjeta a las ocho con cinco y con no menos meticulosidad la desponchaba a las cuatro con treinta; que regresaba cada atardecer a un apartamento sin novio ni mascotas, después de soportar por más de ocho horas a Un-Ogro-Por-Jefe que no la dejaba platicar por el celular, ni usar de la Internet si no era por razones de trabajo. Alita de Miel decidió -y su resolución podía leerse como un anuncio lumínico sobre el rostro - que ella no era ese personaje cuyo nombre tuvo que arrastrar por tantos años.

Se acomodó dentro de su ropa interior y sonando con dos dedos el hielo de otra margarita, caminó hacia la Mackintosh y escribió su verdadero nombre sobre la pantalla. A esa hora Flor Silvestre ya había entrado y colgado una entrada en su blog. Al iluminarse las alas de la abeja que libaba sobre los pétalos de un jacinto, Flor supo de inmediato que Alita de Miel ya estaba en casa.

2

Carta chingonísima escrita muy a huevo por mi amiga la peque

A huevo que no es justo que otras zorras anden por ahí, pisteando de a grapa y trastrabillándosela a un macho, mientras una está aquí de mamona, toda depre y sentimental en noche de sábado, porque el pendejo de su novio anda quién sabe por dónde, dizque trabajando y con el celular “fuera de onda”. Por eso cuando le pongo los cuernos con el primer vato que me la moja no siento ni pinchi remordimiento. El muy mamón. Es más, que voy a estar hoy toda la noche sola en casa, forrada en un tubo y con la minilicra, por si hay por ahí algún macho alfa que quiera venir a darle a esta troca su mantenimiento ;) Aquí les posteo una carta que me mandó la peque donde me cuenta de sus zorrerías por el mundo.

“Desflorada”

"me vas a odiar a la verga!!!! Anoche nos fuimos a un antro bien perrón donde se armó un reventón chingonísimo. Había vatos para mojársela a mares. No te engaño, también su ruco y de esos guachos del sur que tanto detestas. En el baño vi unas pendejas que era obvio que se la tronaban. A una de ellas toda madrota le dio un síncope en medio de la noche y hubo que partirle en la mera madre para resucitarla. No mames. Jajaja. El wey ijuelaverga que parecía su novio (aunque no lo aseguro con la restregona que la vi darse con dos más y con otra vieja en el reservado) y una bola de zafados que estaban con la piche vieja pendeja le dieron un putamadral de golpes en el pecho, chale, parecía que los pendejos iban a matarla, vieja culera, todo muy tarantineado y muy gore como le gusta al Smog.

La neta es que el antro ruleaba. La música chingonísima y las cheves no se te despegaban de la mano. Un ruco con un chingo de lana a quien traía bien caliente quería no mames ponerme bien peda para aplicarme su inyección intrapiernosa pinche viejo culero y no esperaba a que me la vaciara. Por un momento ya no sabía si lo que tenía en la mano era una chela o la pinchi verga del viejo mamón. Jajaja. Me quería coger el julián, el muy culero. Jajaja.

Al final nos fuimos todos bien mota para una fiesta que rifaba. Te corto aquí que ya valiste verga. No olvides dejarme tu pinchi chifladura en Peque: La Pecadora, hice un posting ayer que es una chingonería y si accedes a la página privada con la clave te vas a tropezar con las chichis de la Morocha en primer plano, no mames, jajaja pinchi vieja culera..."

3

Alita de Miel terminó de leer la carta de Peque con una carcajada contenida, como si sintiera que tras los cristales del balcón de enfrente alguien la estuviera espiando. Cruzó las piernas una y otra vez y pasó a ver los comentarios que habían dejado. La entrada llevaba apenas tres horas de publicada y ya tenía 78 chifladuras. ¡Pinchi Flor! Siempre se las arreglaba para acaparar toda la publicidad.

Se paró y caminó hacia el refrigerador. A su regreso, la otra mano también venía ocupada con una bandeja. Tras un suave golpecito de las pompis las ruedas de la silla se corrieron dos lozas hacia detrás. Alita se volvió a sentar y acomodó todo sobre el suelo, mientras escuchaba una voz interior que le decía que aquello era muy injusto; que ella ya había estado blogueando y desmadreando por la Internet, cuando Flor todavía andaba enganchada con el Yahoo Messenger y el MSN. Que no había razón en este mundo ni en el otro para que las fotos que había subido, hacía ya dos días, de sus vacaciones en Cancún estuvieran aún sin comentarios, mientras la carta idiótica de la Peque acumulaba decenas de ellos. Sus dedos ensartaron otra aceituna con un rollito de jamón serrano y un dado de queso suizo. La mordida en los labios dejó ver, por un segundo, un rictus de amargura.

4

Y razones no parecían faltarle. A nadie se le ocultaba quién era la Flor: una zorra que había ascendido en la consideración de todos a golpe de enredos y complejas maquinaciones. Jugando a poner su propio cuerpo en el vórtice del abismo, y haciendo uso de alguna que otra incidental adulación. Eran conspiraciones inocuas, es cierto. Laberintos que más parecían urdidos por la imaginación de una adolescente que recién entra a la pubertad, que por una jamona madura y a punto de caerse de la mata, mientras surca la marea convulsa de sus cuarenta. Pero no por inofensivas, sus ostentaciones dejaban de levantar heridas muy leves, casi invisibles, en la autoestima de otras miembros del grupo. Su condición desocupada y la fácil afluencia de capital se lo simplificaban todo al extremo. Podía dedicar la mayor parte del día a chatear con una cofradía siempre creciente de blogueros y cibernautas, diurnos en su mayoría, pero también alguna que otra alma noctívaga o desvelada después de haber ingerido varios litros de infusión.

Sus estrategias de marketing clasificaban entre las más complejas y exitosas que se habían visto. Se decía que Flor había sido la primera en colgar de su perfil una foto que mostraba su torso desnudo, desde la gargantilla hasta el nacimiento del pubis, y con una cruz espinosa colgándole entre los senos. Esa ocurrencia incidental, casi un capricho alumbrado durante horas de ocio excesivo, le zafó el nudo a un torbellino de inventivas, que pronto creció en una espiral incontenible.

Smog posteó, dos días después, la toma de una de sus tetillas perforada por dos agujas. Reina de Francia, la del tatuaje que tenía en los genitales. Gina, la de ella y su consorte trabadas en un lío de lenguas y frotando un pezón contra el otro con gran deleite. Valeverga sólo necesito inspirarse en su nick, para sorprender a todos con una de las bromas más ingeniosas que se publicitaron a lo largo de ese mes: un primer plano de las megacélebres nueve de John Holmes, salpicando el engrudo contra el celuloide y que Valeverga insistía en pasar por propias.

...la superación informática también desempeñaría un rol vital dentro de las estrategias de la comunidad bloguera para reclamar la atención de los demás. Esto se hizo particularmente claro cuando Amapola logró convertir la página de su perfil en una especie de discoteca móvil, con luces flasheando en diferentes colores y tonalidades sobre la noche del cibernauta que hacía una parada en ella, para sorber un café o encender un cigarrillo. Mientras, en el fondo, se escuchaban atronadores los compases de cualquier hit que estuviera esa semana reventando los estéreos.

El éxito alcanzado por Amapola con este gig, quien en menos de un mes logró incrementar el número de sus asiduos a más de noventa, (a pesar del nick poco atractivo que se había dado) le sirvió de inspiración a las otras chicas más retraídas del grupo. Y les descorrió la cortina de una esperanza: que ellas pudieran, de igual modo, por un golpe de suerte o de ingenio, demostrar a todos lo que valían en el fondo sus aburridas miradas. Miradas de pestañas realzadas con marbellini y labios untados con leve glos, que clavaban sus honduras en la oscuridad de la noche, a la espera de alguna respuesta, que como luz de bengala levantara su cola desde el otro lado de la galaxia inconmensurable.

Alita de Miel volvió a perforar con los ojos las nieblas que la tarde acoplaba y desacoplaba más allá de su balcón. En el piso de enfrente creyó ver una presencia desplazándose tras los cristales.

5

Sus pestañas, con ágil parpadeo, abanicaron el aire: a Alita se le acababa de ocurrir una idea.

Cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir sintió como si los abriera en un tiempo y un espacio adulterados. Como si hallándose todavía en su habitación, la viera desde el fondo borroso de una radiografía. El rostro de Alita se llenó de un entusiasmo creciente, que se trasmutó en euforia y luego en éxtasis. Mas apenas alcanzó el nirvana su expresión comenzó nuevamente a palidecer. Una tristeza indecible se tendía ahora sobre su semblante; como si ante ella viera a un general fascista desfigurarle la cara a un niño judío con la culata del rifle.

Alita volvió a cerrar los ojos. Los apretó con fuerza. Deseó que sus pestañas se enlazaran en un nudo y no la dejaran volver a abrirlos. De repente, quedó atónita. Parecía soñar o dormir simplemente. La actividad en la piel de los párpados todavía delataba los ágiles movimientos de las neuronas. Sus manos comenzaron a moverse por el teclado.

6

En la terraza del Penthouse, sus pies se deslizaban por los aleros. No tenía muy claro cómo habían llegado hasta allí. Pero interiormente era capaz de repasar una secuencia de imágenes, que giraban en su mente como en un viejo cinematógrafo, o como la pólvora en el tambor de un viejo revólver.

Recordaba el portazo, la estampida. El chillido de las llantas y los faroles del auto que casi le había atropellado la pierna derecha. Vidrios rotos, un tajo muy leve. Voces que debieron estarle dirigidas pero que nunca alcanzó a comprender; miradas que parecían advertirle de algo que dejaba detrás o que la aguardaba en la próxima bocacalle. Sintió de nuevo el chicoteo del cabello sobre la frente cuando su rostro se volteó para mirar el panorama de la avenida. Repasaba una y otra vez la cara de ultratumba que colgó del portero cuando la vio entrar. Sus dedos tartamudearon por las paredes: buscaban el ascensor. No. No lo había tomado. Su mano, en cambio, se había aferrado a un barandal que exprimió por galerías interminables de peldaños. Un cubo de limpieza vomitó un agua verdosa sobre los mosaicos de la entrada a un apartamento; las voces volvían a taladrarle los oídos. Muy atrás habían quedado sus dedos tecleando un mensaje sobre la pantalla… Trató de recordar lo que escribían, pero los caracteres se le desintegraban en la mente sin que alcanzara a descifrarlos.

Inclinó la cabeza y, con ojos inyectados de horror, vio abrirse ante sus pies un derrumbadero de balcones, que se arremolinaban por más de veinte pisos hasta la calle. Respiró hondo. Trató de calmarse. Alzó la mano, a modo de escudo, cuando sintió que una astilla de luz le hurgaba insidiosa en la pupila. La sombra dibujó una estrella en su rostro y un segundo después, al ala de un pájaro. Con la otra mano intentó aferrarse del concreto.

Siguió avanzando, con los brazos en cruz, siempre de perfil y siempre hacia la vertiente norte del edificio: en ese flanco la avenida mostraba un horizonte mucho más despejado, y los pocos árboles desparramados por las aceras abrían amplias claridades a los transeúntes que tomaban el habitual paseo vespertino.

Creyó, por un instante, que llovía. Cruzó los ojos y vio que era el sudor que le bajaba a goterones por el cuerpo. La blusa quedó empapada en pocos segundos, y algunas hilachas continuaban descendiendo por entre los muslos como lentas sierpes de agua. Después de enroscarse a las uñas de los pies, se abismaban en el vacío innombrable. Las agujas del tiempo parecían detenerse sobre el rostro del monumento solar que conmemoraba a un héroe de la República.

Los ojos de Alita trataron de seguir, hipnotizados, las diferentes suertes que corrían los pequeñísimos fragmentos despedidos por su piel – como si su destino fuera desmigajarse, ceniza tras ceniza sobre el pavimento, antes de siquiera ensayar una argucia –: algunas gotas de sudor planeaban instantáneamente sobre el lomo de una paloma; otras fecundaban una maceta de geranios en el piso catorce. Un guiño a la vecina del nueve, que tomaba el baño con las persianas entreabiertas, debieron lanzarle aquéllas, antes de abrir una sombrilla líquida sobre la baranda del ocho. Otras se volvían a catapultar contra los alambres salientes de una antena de televisión. La mayoría fue lluvia diminuta junto a las botas del mendigo que espiaba a una sombra, a la salida de la cremería de la esquina.

Volvió a levantar el mentón y sintió que la astilla de luz la encandilaba. Breve mareo y dos bocanadas profundas de aire le ayudarían a controlar el nerviosismo. “Los quise a todos, pero la abejita tiene que volar”. Era el mensaje. Ahora lo recordaba. Lo había tecleado con dedos graves y nerviosos, enturbiados por el humo que subía de un cenicero. Pensó que a esa hora ya varios tenían que haberlo leído.

Gina, la más sensible, estaría vociferando con amplio diapasón sobre las teclas del MSN. “¡¡¡Pendeja, pendeja!!!” le gritaría Ariel con los ojos llenos de lágrimas. De repente pudo oír las llamadas, los diálogos abatidos; la cadencia del reggaeton levantando el auricular hacia la oreja de Valeverga. Oyó las sirenas entrar en el Boulevard Quino trastornando el silencio. El mendigo había roto su monólogo con la sombra, y alargaba los ojos, como un telescopio, para seguir el titubeo de las suelas por los aleros. La multitud comenzaba a congregarse debajo. Un minivan frenó bruscamente. Por la puerta de atrás salió una bandada de reporteros empuñando las imprescindibles cámaras, cintas, trípodes, cables, micrófonos y turbias credenciales.

Una sonrisa de satisfacción se instaló en el semblante de Alita. Sintió que finalmente lo había logrado. Los ojos del mundo estaban fijos en ella. Se encontraba a mitad del alero y consideró la posibilidad de regresar. Solo necesitaba retroceder unos quince o veinte pasos y poner su cuerpo a salvo tras la reja de acceso. Mas comprendió que quizás era muy tarde. Una pared dura la empujaba por la espalda y su cuerpo comenzaba a exigir de los talones las destrezas de equilibrista que evidentemente no poseían. Las rodillas de Alita colapsaron y quedaron paralizadas en una media cuclilla. Entre los muslos volvió a sentir una humedad. Esta vez no era el sudor. En pocos segundos la corriente tornasolada serpenteó por las paredes y se desplomó, ella también, sin más remedio.

Caer era la ley que regía el instante. Caían las manos bruscamente sobre la saya de Alita. Caían las hojas desprendidas de las ramas de los naranjos. Caía el polvo que presagiaba el arribo de la noche, como una suave viruta que fuera colmando las densidades de la brisa. Caía la humedad de las ropas que el viento agitaba en las tendederas. Caía la baba de las lenguas de los perros que, de vuelta a casa, alargaban el cuello para que sus dueños los liberaran del collar y la cadena. Caían, en diagonal, las luces de los automóviles, que patrullaban, muy lentamente, la avenida, como si buscaran a algún insecto exótico oculto en las arrugas del asfalto. Caían las suelas sobre el pavimento; caían los pies descalzos y trabajados de los niños mendigos. Caían las monedillas que bolsillos rotos dejaban escapar y alegrar un cuadrado de acera con su vibrar metálico. Caían los telones al final de la función que ofrecía esa semana el Teatro Municipal, frente a la Plaza. (La multitud se alzaba, concertada en una ovación. “¡Viva la Abeja Reina!”). Caían los contrafuertes de la iglesia que estaba siendo demolida a pocas cuadras del edificio. Caía el sonido de las campanadas, llamando a misa, sobre el espíritu exaltado de los feligreses. Caía el semen de dos amantes sobre los senos oblicuos de una morena regia: los únicos capaces de desafiar a la gravedad en esa hora. Caían las baquetas sobre el parche del tambor que castigaba el baterista del once, en las vísperas de las audiciones finales en el Conservatorio. Caían las flagelaciones de la constricción sobre el torso de un monaguillo, el mismo que había profanado, la noche previa, el vino sacramental y la estatua de la Virgen Madre. Caía el cuerpo de Alita desde el penthouse hacia abajo. Algunas gotas de sudor, perezosas en su movimiento, todavía la encuentran a mitad de la caída y se reintegran a su piel. Y caen entonces las semillas sobre la tierra. Caen las sombras sobre los rostros desahuciados. Caen los rumores por pasillos de eco inaudible. Caen un conejo y un reloj por la estrechura de un agujero extraviado en la pared de enfrente. Caen relámpagos. Cae el agua por los cáñamos y las fauces de las alcantarillas. Caen planetas pulverizados por una explosión de millones de siglos. Caen facciones desfiguradas. Cae la cara de Smog tras los cristales del ordenador, como si tratara de usarlos de vía de acceso al piso del Penthouse. Caen enigmas sobre las cabezas. Cae el espanto sobre el rostro de los que pasan. Cae la presión de la sangre sobre las venas del cuello y amenaza con romper el dique de piel y estallar en chorros hacia fuera. Cae la abejita de su flor, empujada por el manotazo inocente de un escolar fugado de casa. Caen nueve pisos, siete, seis, cuatro, dos…

A la salida de la cremería, la madre pegó un grito y trató de bloquear con un brazo la vista de su pequeña. Mientras un hilito de sangre rizaba el helado y el barquillo que ambas sostenían entre los dedos.

(Falta el fragmento 7 que da final a este primer capítulo, lo añado más tarde a esta misma entrada)

18 comentarios:

Yo soy Medea dijo...

Osvald! esto promete... un rio revuelto de palabras que rayan en lo cinematografico y Alita y una pila de locas adictas a los internet affaires. No imagino hacia donde quieres ir, pero te sigo. Claro me llevas ventaja, usas las palabras como cuentas de un collar extenso y policromado... mucho color en tonos negrisos, rojizos y ocres. Eso fue lo que percibi. Por que tanto espannol mejicano?. No es que desentone, es solo curiosidad.

Osvaldo Cleger dijo...

Hola Medea

Gracias por pasarte y leer. Este texto es demasiado largo para lo que prudencia dicta en una entrada de blog, por eso te agradezco doblemente tu interés y tu tiempo.

Lo que intento narrar es una novela sobre el blogueo, una historia donde los personajes viven frente a su ordenador leyendo y preparando postings. Su vida física ha quedado prácticamente anulada por el encierro en la imaginación y el lenguaje. Las únicas acciones que suceden al margen de la blogosfera son del tipo que le vemos hacer a Alita: ir a la cocina, comer, pararse, sentarse, frotarse los ojos. Nada más. El resto es virtual. De hecho el suicidio de Alita que acabo de narrar nunca ocurrió. En la entrada siguiente ella aparece frente a su ordenador preparando un posting sobre el suicidio. Lo que hemos leído es la borrasca de sus pensamientos frente a la máquina.

Alita es un personaje secundario. Los protagonistas todavía no entran, son Pachecox y Quevedo. Casi toda la novela debe ser una pugna intelectual entre estos dos personajes.
Pachecox es mexicano y toda la novela se inspira en una comunidad de bloggers de Hermosillo, México. Eso explica el uso del caló que se habla en esa área.

Gracias de nuevo y vamos a ver si el tiempo me acompaña para tantas cosas como una quisiera.

saludos

Ivis dijo...

Hola a los dos, qué suerte que Osvaldo se nos ha unido a este blog al que desde ya te invito a formar parte, Medea.
El principio de blogonovela de Cleger está muy interesante. Casi necesité un traductor para la parte del "caló", (no conocía éste término). En la parte final se luce con una prosa ágil e imaginativa, como bien ha señalado Medea.
Para quienes no lo conocen, Cleger tiene un blog muy interesante, "Clegeriando" (que está linkado desde aquí). Ahí va poniendo su tesis de doctorado sobre las blogoficciones, un tema que bien vale una tertulia, por las dimensiones que está alcanzando.
Muchas gracias nuevamente, Cleger, esperamos ansiosos la segunda entrega. Un saludo.

Osvaldo Cleger dijo...

Saludos Ivis

y gracias por la invitación a la tertulia. El tema de las blogoficciones estoy convencido de que irá ganando más y más espacio en los próximos años, a medida que este nuevo género vaya adquiriendo formas más precisas. Entretanto, se van haciendo algunos pininos.

Yo soy Medea dijo...

Osvald e Ivis, pues esa novela que van a sacar se parece a mi vida... como, duermo, y el resto me la paso delante de la PC.
Y cual va ser la periodicidad, lo pregunto pues yo trato de poestear 3 veces a la semana y a veces me cuesta trabajo. Y se que Osvald tiene su tesis, su bella esposa y su profesorcito.

Oiganme esta historia, ayer fui a una fiesta y la duenna de la casa me presentaba por mi nombre,y todo el mundo con el clasico " mucho gusto" pero de pronto ella dijo ah! ella es Medea, y ahi se formo la bulla. Resulta a ser que me conoce mucha gente que yo ni me imaginaba. me senti " VIP", verdad que eso de que toer mundo tiene sus 15 minutos de fama, es cierto...jajaja!

Yo soy Medea dijo...

Osvald, si prudencia dicta que es mejor hacer posts algo mas corots, pero yo me zumbe el play completo very easy...

Osvaldo Cleger dijo...

Medea

en verdad no creo que sea muy periódico, desgraciadamente, por lo que tú misma señalas: los deberes, la tesis y todo lo demás :o). Pero bueno, ya se verá. De lo que no hay dudas es de que seguiremos blogocharlando aquí, con ivis, en tu blog o en la conchinchina, con tal de que esté tan sólo a un par de clicks de distancia

Ivis dijo...

Medea, qué risa. Ya eres famosa.
Bueno, yo al menos sigo tu novela, y en más de una ocasión me frustro cuando veo que no avanza.
Osvaldo, tú tranquilo, cuando uedas, ya este regalo es mucho para un solo corazón. Medea, no olvides mandarme algo.
Esto es bonito, señores, esto puede ser muy bonito. ¿Vieron el poema nuevo? Me lo mandó otro bloguero, cubano también. Me gusta, ya pondré otros suyos más adelante.
Gracias, chicos.

Osvaldo Cleger dijo...

Si Ivis, es bonito este intercambio desde muchas latitudes; estas convergencias de una tarde. Leí el poema de Tadeo Tápanes y me ha parecido muy bueno. Por cierto. Creo que serviría añadir alguna breve nota que ayude a situar al autor. En el caso de Tapanes me quedé con ganas de saber más sobre él.

Ivis dijo...

Tienes razón, Osvaldo. Lo haré enseguida. Un saludo.

GeNeRaCiOn AsErE dijo...

vuelvo mi gente!

Anónimo dijo...

Vives no en Tucson, sino en Tucsonora, México... eso explica el casi excelente uso del dialecto hermosillo-sonorense...
:)

Ivis dijo...

¿Pero Alita existe de verdad? Oyeeeee, apretaste.

GeNeRaCiOn AsErE dijo...

¡Está muy bueno Osvaldo!
Es la historia de un viaje a mil leguas por adentro de uno (a) mismo. El tema de las ‘Agencias de viaje’ hacia el interior está a la orden del día. Aquel que navega con furia entre las aguas del movimiento online, con frecuencia se somete también a una constante lucha de motivos entre lo que es, lo que teme ser y lo que desearía haber sido, esas excursiones constantes hacen de nosotros un mero puente dual entre el alter y el under EGO.
Hablamos. Tony.

Caballero, a relajar el viernes 21 a las 5:00pm!

Osvaldo Cleger dijo...

Gracias Alita por el comentario. No soy mexicano y a eso se debe algo de mi inseguridad con este proyecto. Es inevitable que caiga en el costumbrismo del lenguaje y me preocupa usarlo demasiado torpemente. El lenguaje es vital en este proyecto, pues la mayoría de los conflictos que se crearán a lo largo de la narración serán malentendidos de lenguaje.

Ivis, Alita es una especie de síntesis imaginaria de dos o tres personajes que existen y tienen blogs. Más concretamente te diría que Alita resume a dos "personas". No te voy a dar la dirección de sus blogs para no meterme en candela. Todos los otros personajes que menciono (Smog, Reina de Francia, Valeverga, Gina, etc...) son desfiguraciones de personas que ahora mismo tienen un blog a un par de clics de esta página...

Tony, te digo lo mismo que le he dicho al resto: gracias por bajarte toda la parrafada. Tu lectura va exactamente en el camino que deseo moverme.

Anónimo dijo...

De pronto exageras un poco en su uso. Y eso podríamos aducir que está al servicio de cierta satirización o parodización de los bloggers "superficiales", pero de pronto sí podría estorbar un poco a la lectura de quienes no lo entienden... Y en quienes sí lo entienden pueden saltar algunas palabras, ya que a veces mezclas estilos de diversos contextos o estratos... Unas suenan más a palabras de antreros, otras más a palabras de cheros, de los que van a los bailes, etc... Otras son más bien de otras regiones del norte de Mex
En caso de que sea deliberado que suene a parodia o sátira, bien... Es divertido... Después de todo, creo qe tus demás lectores disfrutaron este fragmento, sin importarles demasiado el caló...

En general, me gustó mucho, aunque creo que ya te lo había dicho.
Y como los demás yo también espero lo que sigue

Osvaldo Cleger dijo...

Un amigo del área me había llamado la atención sobre esa variedad de registros de manera semejante a como tú lo haces: señalando la posibilidad de una lectura paródica. Sí, claro que es parodia. Ni tan exagerada, creo. La gente no habla así, pero algunos bloggers sí escriben tratando de sacarle todos los colores posibles a la jerga local. Esa actitud ante la escritura yo la celebro. No la critico, en realidad. Me encantan los dialectos: todos los colores del lenguaje están ahí.

Anónimo dijo...

pues sí... en algunos blogs de ustedes también he enconttrado cómo le sacan mucho provecho a l caló cubano... igual no entiendo, pero suena bien, divertido... hay palabras q suenan divertidas aunqe no sepas su significado... (en esto y refieren a algo sublime jaja)
saludos

 
visitor stats Add to Technorati Favorites